jueves, 21 de marzo de 2013

Richard Serra en el Guggenheim de Bilbao



Ya nadie duda de que la construcción del Museo Guggenheim de Bilbao, diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry, y su inauguración en 1997 han supuesto un rotundo éxito y han servido tanto para transformar la fisonomía de Bilbao, recuperando un espacio degradado como la ría, como para incluir a la ciudad en las rutas culturales y turísticas. 

Otro tema, que no es el objeto de esta entrada, ha sido la carrera de otras ciudades españolas por tener su "Guggenheim", su edificio emblemático con ambiciones culturales, lo cual ha supuesto inversiones desmedidas con resultados muy dispares. 

La apuesta de Bilbao fue fuerte, pero no sólo se trataba un edificio espectacular, sino que detrás había una potente Fundación que iba a dar contenido artístico al proyecto, como luego se ha visto a través de las excelentes exposiciones que se han podido ver en el Museo.





El edificio de  Frank O. Gehry es una obra de arte en sí mismo, una gran escultura cubierta de titanio, cuyas formas, colores y matices varían en función de la luz y de la perspectiva. Sólo el tiempo dirá si sus excesos formales y sus materiales son mantenibles económica y estéticamente. 







Siguiendo la tradición de la Fundación y a semejanza del magnífico edificio diseñado por Frank Lloyd Wright para su sede de Nueva York, la optimización del espacio dedicado a exposiciones no es la clave para entender el edificio ni para juzgarlo. Es mucho más fácil exponer y hay mucha más superficie para ello, en edificios en los que domine el ángulo recto. 

Los edificios Guggenheim prefieren ser únicos, caprichosos y representativos de un momento concreto de la arquitectura y de la estética. 









Las curvas son bellas y seductoras, pero no son ni prácticas ni utilitarias. Crean espacios cóncavos y convexos  cuyo único sentido es el estético. 

Las obras que más se han asimilado al Museo son obras que se han colocado en el exterior:  



Puppy, Jeff Koons

Mamá, Louise Bourgeois


Y más recientemente: 


El gran árbol y el ojo, Anish Kaapor




Tulipanes, Jeff Koons

Ya en el interior podemos ver la Instalación para Bilbao de Jenny Holzer, 1997, que va cambiando según los textos que muestra y según el piso desde el que se observa la obra: 






Pero donde, para mí, se produce un maridaje perfecto entre continente y contenido es en la sala que alberga la monumental obra de Richard Serra, La Materia del tiempo. 



La instalación está compuesta por 8 obras del genial escultor minimalista estadounidense, todas ellas realizadas en acero corten de 5 cm de espesor. 


Son de derecha a izquierda: 

-Torsión espiral A (cerrada/abierta/cerrada/abierta/cerrada)
-Torsión elíptica
-Torsión elíptica doble
-Serpiente
-Torsión espiral B (derecha/izquierda)
-Torsión espiral C (abierta/izquierda/cerrada/derecha)
-Entre toro y esfera
-Punto ciego invertido

Todas estas obras fueron expresamente realizadas por Richard Serra entre 2003 y 2005, salvo Serpiente de 1994-1997 (que se encuentra en el Museo desde su inauguración). 

Cada obra es importante, pero no lo es menos la relación entre ellas, sus posiciones relativas y los espacios que el escultor ha dejado para la deambulación del espectador. 


Vista cenital Torsión espiral A   

Interior Torsión espiral A

Interior Torsión espiral A

El recorrido de la Materia del tiempo es siempre sorprendente, nuevas formas, nuevos matices de color, nuevas perspectivas entrando y saliendo de cada obra. 

Torsión elíptica

Serpiente y torsión elíptica doble

Serpiente

Interior serpiente

Interior serpiente
La distribución de las obras crea pasillos que siempre van generando la sorpresa en el espectador, le hacen descubrir nuevas formas, le llevan hacia lo abierto o lo cerrado, hacia lo comprimido o lo colosal.

Torsión espiral B

Torsión espiral C


Serpiente y Torsión espiral B

Las dimensiones de las obras se adaptan perfectamente a las dimensiones y formas de la sala. Todo parece en armonía en este
viaje iniciático. 

Entre toro y esfera

Entre toro y esfera

Entre toro y esfera

Recorrer con detenimiento la Materia del tiempo lleva su tiempo, pero creo que la propuesta de Richard Serra no es sólo cronológica. La Materia del tiempo es el espacio, la forma y la continua novedad de la vida. La Materia del tiempo es ir cambiando de posición para descubrir distintas visiones y posibilidades que el tiempo nos ofrece. 

Punto ciego invertido


La Materia del tiempo es un elogio a la curva, a lo sutil, a lo cambiante, al paseo, a la contemplación. La línea recta es el camino más corto, pero no es el que más ricas y variadas impresiones y vivencias produce.

La Materia del tiempo es una gran obra emplazada en el lugar adecuado. Recorrerla es una verdadera experiencia vital que conviene repetir. 


Por cierto, Bilbao tiene muchas otras cosas que ver como su magnífico Museo de Bellas Artes, una colección con una gran solera y cuya riqueza de contenidos se debe al trabajo conjunto de instituciones y ciudadanos. 

lunes, 11 de febrero de 2013

¿Qué es arte? I

Busto de Nefertiti


Hace poco en la página de facebook Amantes del Arte me preguntaron si podía definir qué es arte y qué no lo es en unas pocas palabras. Confesé mi incapacidad de hacerlo y la necesidad de, casi, una tesis doctoral para abordar tan amplio sujeto. 



Gustav Klimt, La Virgen, 1913.
Esto tampoco es una tesis, sólo una pequeña reflexión. Empecemos por el diccionario. La Real Academia define arte como: "Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros." Y lo hace junto a otras acepciones curiosas como la de los artes de pesca, el actuar con buenas o malas artes, etc. 


Gallen-Kallela, Lago Keitele, 1905

El arte es definido pues como una forma de interpretar el mundo físico y el interior. Lo de la visión desinteresada daría mucho que hablar porque plantea muchas preguntas ¿es lícito intentar vivir del arte? ¿es interesado transmitir ideas, críticas o intentar hacer visible lo que la sociedad se niega a ver? 


 Pórtico de la gloria, Catedral de Santiago de Compostela, Maestro Mateo, 1168-88

Las manifestaciones artísticas son y han sido tan diversas  que parecen inabarcables. Empecemos por el principio. El arte es anterior a la historia, a la escritura. El arte surgió en todos los pueblos prehistóricos diseminados en todos los continentes, el arte parece ser algo consustancial al ser humano.  

Manos pintadas en la Cueva de El Castillo, Cantabria, España, de hace 37.300 años

Pinturas rupestres de la Cueva de las Manos fechadas en el 7350 a. C., Santa Cruz, Argentina.

Muchos años y muchos kilómetros separan ambas pinturas, ningún nexo o civilización común, sólo un mismo deseo de transcender, de dejar huella, tal vez, de autorretratarse o definirse como especie. 

Veamos algunos ejemplos de arte rupestre, incluidos los petroglifos: 

Petroglifos en Newspaper Rock, Utah, EEUU


Pinturas de Tadrart Acacus en Libia. Entre 12000 y 300 a.C.

Petroglifo del León, Twyfelfontein, Namibia


Parque Nacional  Serra de Capivara, Piauí, Brasil

Pintura rupestre del Barranco de Valltorta, Castellón, España

Arte rupestre aborigen, Refugio Anbangbang Rock, Kakadu National Park, Australia

Pinturas de Tadrart Acacus en Libia. Entre 12000 y 300 a.C.


Cambian las rocas que sirven de lienzo o de superficie para grabar, cambian algunos colores de pigmentos naturales, pero todas estas manifestaciones tienen mucho que ver entre si. Muestras los animales que el hombre caza y al propio hombre. El estilo es esquemático con un cierto grado de abstracción, no busca el realismo, no copia la realidad sino que la representa. En muchas de las obras rupestres se intuye el movimiento tanto de los animales como de los humanos, como si los artistas primitivos quisieran  capturar también el tiempo, representando una escena y no sólo una instantánea. 

¿Se sentían los autores de estas obras artistas? Muy probablemente no. ¿Qué los impulsaba a representar el mundo que los rodeaba? Otras facetas del arte prehistórico parecen más asociadas a significados mitológicos, mágicos o asociados con ritos funerarios. En estas obras sus autores tal vez sólo quieren explicar y contar el mundo en el que viven. Lo que no sé es si  aquellos hombres  soñaron alguna vez que su legado pudiera seguir maravillando a sus congéneres miles de años después. 

No sé qué ventaja evolutiva puede significar, pero la especie humana tiene una predisposición innata hacia algo tan aparentemente innecesario e inútil para la supervivencia como  es el arte. Basta ver como un bebé disfruta con la música o se mueve a su ritmo, como un niño de pocos años goza llenando de color las hojas de papel o las paredes.

Hay muchos psicólogos y psicoanalistas que hablan de como ciertos impulsos del inconsciente se subliman con la creatividad. Tal vez en un mundo que nos ayudara a ser más artistas habría menos violencia. Tal vez el arte es una manera sutil de dejar escapar al pequeño dios o al gran tirano que todos llevamos dentro. 

O puede que todo sea más sencillo y el arte sólo nazca de la necesidad de contar, de explicar aquello para lo que no nos bastan las palabras corrientes. 

Pero creo que me he alejado mucho del objeto y título de esta entrada. Aunque los hombres prehistóricos no fueran conscientes de lo que era el arte, lo que ellos hicieron es arte porque expresa realidades de una manera estética y plástica que comunica con los espectadores del siglo XXI.

Porque hay arte cuando hay un consenso entre el artista y el espectador, pero eso será objeto de otra entrada. 

Quedémonos con imágenes de las dos capillas sixtinas de la cultura Magdaleniense (finales del Paleolítico Superior): Lascaux y Altamira mientras pensamos en la frase de Antón Chéjov: "Las obras de arte se dividen en dos categorías: las que me gustan y las que no me gustan. No conozco ningún otro criterio"

 Pinturas de Lascaux, de hace unos 18.000 años.


Sala de los Polícromos, Cueva de Altamira, pinturas de hace unos 14.500 a. C. (o muy anteriores según las últimas dataciones) 





  
Vídeo de la Cueva de Altamira 







viernes, 21 de diciembre de 2012

The Mill and the Cross/ El Molino y la Cruz


Hace unos meses asistí al preestreno de esta película en El Prado y ahora veo que por fín está en algunas carteleras españolas. El Molino y la Cruz no es una película al uso, pero tampoco es un documental.

Es una apuesta arriesgada del director polaco Lech Majewski que pretende, nada más y nada menos, introducirnos en un cuadro, en su creación, en su época, en su composición. 

El cuadro no es otro que el Camino del Calvario de Pieter Brueghel el viejo





Esta obra se encuentra en el Kunsthistorisches Museum y fue pintada por Brueghel en 1564, durante la dominación española de Flandes. Es un óleo sobre tabla y mide 124x170 cm. 

Como muchos de los cuadros de Brueghel, tiene muchos elementos e historias en su interior. 

Bajo un cielo amenazador donde vuelan los cuervos


un elemento domina el cuadro: el molino


Un molino movido por el viento y que, en la película, será metáfora del reloj que pone en marcha y detiene el tiempo, siendo el molinero una especie de dios.  



Escenas cotidianas pueblan el cuadro como si nada extraordinario ocurriera. 


Pero hombres a caballo con uniformes rojos y fustas en la mano resultan amenazantes. 


Y, casi en el medio geométrico del cuadro, vemos al Hombre camino del Calvario; ha caído, algunos parece que quieren ayudarle mientras algún hombre de rojo descarga su furia. 


En primer plano, a la derecha, la Madre llora asistida por San Juan y las Santas Mujeres. 

Más a la derecha una rueda de muerte y el cráneo de una res muerta hielan la mirada




Y una masa de hombres convertidos casi en hormigas sube camino de un lejano Calvario, en él se forma un círculo de espectadores.


La película de Lech Majewski tiene pocos personajes principales y muchos secundarios. Rutger Hauer es Pieter Brueghel, Michael York es Nicolaes Jonghelinck (comerciante, banquero, recaudador de impuestos y coleccionista de la obra de Brueghel) y Charlotte Rampling es María. 




Entre los muchos secundarios se intuye la naturalidad de los no profesionales que hace verosímil a la gente corriente. 




La apuesta del director es que la película se vea dentro del cuadro. Para ello, todo el vestuario está confeccionado a mano con telas tejidas y teñidas con los métodos usados en el siglo XVI. Se montó una pequeña fábrica para producir tinturas orgánicas con cebolla y remolacha y cuarenta campesinas polacas se encargaron de la confección.





Por otra parte, utilizando los más sofisticados métodos digitales del siglo XXI, se han reacreado las al menos siete perspectivas distintas que tiene el Camino del Calvario. 







El pintor vive dentro y fuera del cuadro, porque la pintura es su obra pero también la época en la que vive. 




El Molino y la Cruz es una película lenta, porque lento es el proceso de creación de un cuadro, y con pocos diálogos. Dos ejes vertebran el guión: el diálogo entre el pintor y su mecenas y los sucesos que aparecen en la obra de Brueghel. Para ello se sigue de manera libre el libro de Michael Francis Gibson (quien también participa en el guión) sobre El Camino del Calvario y se recorre el cuadro más que en una dirección narrativa, en un paseo visual que se detiene en las diversas escenas que contiene. 




Los hombres de rojo son tropas mercenarias españolas y los que sufren su represión los protestantes de Flandes. Quien critica este punto de vista debe tener en cuenta la realidad histórica y que Brueghel sitúo la escena en su tiempo y no pintó romanos. 

El paisaje es una mezcla de símbolos y realidad porque en El Camino del Calvario aparecen grandes rocas que no se corresponden con la orografía de Flandes sino que pretenden simbolizar la Pasión de Cristo, siendo sus grietas las múltiples heridas que sufrío Jesús. 



En El Molino y la Cruz, hay también momentos de exaltación de la vida porque a pesar de las injusticias, la represión o la intolerancia, una fuerza empuja al hombre a seguir viviendo. Muy hermosas son las imágenes de la extensa prole de Brueghel. 





La película acaba en la sala del Kunsthistorisches Museum de Viena donde se encuentra el cuadro. 

Una obra extraordinaria, bella, profunda, estética y éticamente irreprochable, distinta, ¿difícil? No creo que dure mucho en las carteleras.