domingo, 22 de abril de 2012

Joaquín Sorolla, la última pincelada



¿Cuántas pinceladas pudo dar Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) en su carrera? Sin lugar a dudas muchas porque empezó a exponer muy joven (1881) y no dejó de pintar hasta el mes de julio de 1920, tres años antes de su muerte.

Los cuadros de Sorolla son magníficos, es el pintor de la luz por excelencia. Cuando los observas de cerca aún te quedas más maravillado de cómo su osadía con el color y sobre todo con el blanco, produce tan maravillosos resultados.


El baño del caballo, 1909

Los brillos del agua en la piel del niño y en las pezuñas del caballo son realmente sorprendentes. Pero, veámolos más de cerca.


Esos golpes de blanco en el empeine y en el lateral del pie transmiten todo el brillo del agua que resbala sobre la piel.



 Dos toques de blanco puro en la pezuña y un reguero de blanco sucio sobre el mar y la arena consiguen el reflejo del brillo intenso de la pezuña sobre la playa.


Ayer fui con una amiga al Museo Sorolla de Madrid. No era la primera vez, ni será la última. Al entrar al estudio del pintor me di cuenta que, por exposiciones del Museo y otras externas, se había cambiado la disposición de los cuadros de las paredes. Consulté las tablas informativas, pero había un cuadro del que no decían nada. Un cuadro inacabado que estaba sobre el caballete y junto a los útiles de pintura del maestro.









Hay guardas de museos de muchos tipos, pero los del Museo Sorolla son de los que se nota que aman su lugar de trabajo y las obras que allí se exhiben. Así que le pregunté al más cercano qué era aquel cuadro. "El último cuadro del maestro. Aquel que estaba pintando cuando sufrió un ataque de apoplejía en el jardín", me contestó. Sentí un escalofrío. Así como nuestra vida tiene un momento final, la obra de un pintor tiene también un fin, pero nunca había estado conscientemente tan cerca del último cuadro de un pintor y del lugar donde dio la última pincelada.


El jardín del Museo Sorolla es parte principal de la que fue la casa de los Sorolla. Se ve desde el Salón y las habitaciones.





El jardín es de una indescriptible belleza, parece un trozo del Generalife trasladado a Madrid y Sorolla dirigió su diseño. Y en algún sitio de este edén ocurrió la tragedia.


Mabel Rick Pérez de Ayala, Sorolla, 1920

En julio de 1920, Sorolla estaba pintando este cuadro, la modelo era Mabel Rick Pérez de Ayala, mujer del escritor asturiano Ramón Pérez de Ayala. Éste dejó testimonio escrito de lo ocurrido: "Una fina y templada mañana madrileña del mes de julio, en su jardín, Sorolla pintaba el retrato de mi mujer, observándole yo, a su lado. Éramos los tres solos, bajo una pérgola enramada. Levantóse una vez y se encaminó hacia su estudio. Subiendo los escalones, cayó. Acudimos mi mujer y yo en su ayuda, juzgando que había tropezado. Le pusimos en pie, pero no podía sostenerse. La mitad izquierda del rostro se le contenía en un gesto inmóvil, un gesto aniñado y compungido, que inspiraba dolor, piedad, ternura. Comprendimos la dramática verdad; la cuerda, extremadamente tirante, se había quebrado. (Sorolla sentía el pavor y el presentimiento de la parálisis; años antes había padecido un amago). Aun así y todo, rebelde contra la fatalidad que ya le había asido con su inexorable mano de hierro, Sorolla quiso seguir pintando. En vano procuramos disuadirle. Se obstinó, con irritación de niño mimado a quien, con pasmo suyo, contrarían. La paleta se le caía de la mano izquierda; la diestra, con el pincel más sujeto, apenas le obedecía. Dio cuatro pinceladas, largas y vacilantes, desesperadas; cuatro alaridos mudos, ya desde los umbrales de la otra vida. Inolvidables pinceladas patéticas! "No puedo", murmuró con lágrimas en los ojos. Quedó recogido en sí, como absorto en los residuos de luz de su inteligencia, casi apagada, de pronto, por un soplo absurdo e invisible, y dijo: "Qué haya un imbécil más, ¿qué importa al mundo?""

Y ya no volvió a suceder el milagro que cada pincelada de Sorolla suponía.
















Sorolla perdió la capacidad de comunicarse con el pincel, pero ya nos había dicho muchas cosas. Como un mago había sido capaz de robar la luz y de guardarla en sus telas. Sorolla murió tres años después, el 10 de agosto de 1923 en Cercedilla (Madrid), sin que hubiera podido volver a pintar, aunque su pintura sigue viva y  late con fuerza cada vez que la contemplamos.















viernes, 20 de abril de 2012

Las vanguardias: El rayonismo


Michel Larionov, Rayonismo rojo, 1911

Con este post iniciamos una serie sobre las vanguardias históricas intentando entenderlas y explicarlas de la manera más sencilla y comprensible que nos sea posible.

Mijaíl Lariónov (1881-1964) y Natalia Goncharova (1881-1962) fueron una pareja, sentimental y artística de pintores rusos. Sus estilos pictóricos eran muy distantes de los clásicos de la pintura Rusa.

Veamos algunas obras de Lariónov







Michel Larionov, EL desnudo azul, 1903

Michel Larionov, La lluvia, 1904
y algunas otras de Goncharova que se inspiraba para sus cuadros en la vida rural y el folklore ruso

Natalia Goncharova, Cogiendo manzanas, 1909
Natalia Goncharova, Campesinos bailando, 1911
A partir de 1909 Lariónov y Goncharova, que habían tenido contacto con las ideas cubistas y futuristas, desarrollan un nuevo movimiento artístico: el rayonismo. Cada objeto irradia rayos de colores que intereccionan con otros rayos de otros objetos presentes en el cuadro, formando secuencias y cruces de rayos que definen un todo.


Michel Larionov, Calle con farolas, 1910

Michel Larionov, El buey, 1910

Natalia Gontcharova, Bosque azul y verde,1911.

Natalia Gontcharova, El bosque, 1913

El movimiento no fue más allá de 1915, pero su influencia sobre el Futurismo y el Suprematismo fue muy importate.

Cristal , Michel Larionov, 1909

Natalia Gontcharova, Los gatos, 1913

Durante estos mismos años Goncharova realizó una serie de cuadros no esencialmente rayonistas. Algunos querían transmitir el movimiento, en la misma senda del Futurismo, o plasmar la realidad desde varios planos, como el Cubismo.


Natalia Gontcharova, Avión sobre un tren, 1913,

Natalia Gontcharova, La lavandería, 1912

Natalia Gontcharova, El ciclista, 1913

A partir de 1915 Mijaíl Lariónov y Natalia Goncharova se trasladaron a París donde colaboraron con los Ballets Rusos de Diaghilev en el diseño de vestuarios y decorados. 




Cortina para el decorado de El pájaro de fuego de Ígor Stravinski

lunes, 16 de abril de 2012

Delacroix sorprendente

El mar desde los altos de Dieppe, 1852







Para los muy entendidos en la pintura de Delacroix este post será absurdo hasta en su título, pero para el común de los mortales, entre los que me incluyo, Delacroix era un gran pintor romántico con unos cuantos cuadros míticos (El Delacroix que yo conocía).

Gracias a la exposición consagrada a Delacroix en el CaixaForum de Madrid (del 15 de octubre 2011 al 15 de enero de 2012), descubrí que había otros muchos "Delacroixs" que desconocía, que su personalidad artística era mucho más rica y compleja.

Descubrí en primer lugar a un gran paisajista capaz de plasmar todos los matices de los reflejos de la  luz de un atardecer como en el cuadro que abre este post

Estudio del cielo al atarcecer, 1849, Pastel
o de  utilizar el pastel para plasmar los rosas imposibles de una puesta de sol.

 Delacroix fue un gran retratista en el sentido más clásico de la palabra.
Eugène Louis Auguste Schwiter, 1826-27

Léon Riesner, 1835

También fue ilustrador nada menos que de Fausto de Johann Wolfgang von Goethe



Fausto intentando seducir a Margarita, detalle, 1828

Fausto con Margarita en la cárcel, detalle, 1828
Me sorprendió la fuerza, el vigor y el colorido del único cuadro suyo de carácter religioso del que tengo noticia

Cristo en la cruz, 1845
y la minuciosidad con la que aborda un tema tan aparentemente banal como una cama deshecha. (Es sorprendente lo interesantes e incluso sugerentes que pueden ser en pintura y lo irritantes que son en la realidad de tu propia casa). 
Cama deshecha, 1827


Pero lo que más me gustó fue la fuerza de sus esbozos en óleo y la calidad de sus apuntes en acuarela.

Desnudo femenino visto desde atrás, Pastel, sanguina y tiza. Para la muerte de Sardanápalo
 Boceto de la muerte de Sardanápalo,1826-1827, óleo sobre lienzo

La caza del león, esbozo, 1854




Eugène Delacroix realizó la mayoría de sus acuarelas durante un viaje a Marruecos de enero a julio de 1832. Un viaje que también tuvo alguna corta escala en Argel y España y que marcó para siempre al artista. En él, Delacroix conoció una luz nueva, gentes completamente diferentes, caballos bellísimos y casi salvajes y se encontró con ese Oriente que siempre había estado buscando y que, de alguna forma, estaba ya en él. Sí, Oriente porque, aunque sea erróneo geográficamente, para los franceses del siglo XIX Marruecos e incluso España eran Oriente, países llenos de sensualidad, de colores y de olores que los convertían en exóticos.

Un patio en Tanger, 1832
Álbum de Marruecos, jóvenes judías, 1832, Acuarelas

                  Novia judía, 1832


Y en Marruecos, país musulman nada habituado a la pintura, que incluso es considerada por muchos como contraria al Corán, Delacroix no sacó su caballete y sus óleos, sino que llevó un cuaderno en el que recogía, en acuarela, lápiz y tinta, rápidos apuntes de todo aquello que veía. Su primera y más larga escala fue Tanger y allí, donde había una gran colonia judía, pudo retratar a mujeres aunque él mismo aclara en sus notas que no eran muy diferentes en apariencia y vestimenta a las musulmanas.



Joven árabe en su habitación, 1832
Acuarela Calle de Mequinés, 1932
Estudio de árabes a caballo, Lápiz y acuarela


Todo este trabajo de Delacroix durante 1832 se reflejó en toda su obra posterior,  no sólo en la más inmediata (como Las Mujeres en sus habitaciones de Argel de 1834) sino también en muchas pinturas de las décadas de 1840 y 1850. Delacroix no era un copista sino un creador, como tantas veces dijo de él Baudelaire, y no se limitó a plasmar en  lienzo sus apuntes o recuerdos sino que creó obras completamente únicas y propias. Obras que hacen de él, el gran maestro del Romanticismo francés. Pero esos meses en Marruecos fueron esenciales para nutrir a su imaginación y a sus sentidos de los elementos con los que luego elaboraría su pintura. Un verdadero viaje iniciático que le hizo encontrarse consigo mismo y con su arte.

 
Cheik árabe acostado sobre una alfombra, acuarela y tinta..

Paisaje y jinete, acuarela realizada en el trayecto de  Tanger a Meknès.


Puertas y murallas de Meknès

Retrato de Amin Bias, ministro del Sultán.


Y es que, como dijo el historiador magrebí Ibn Khaldoun en el siglo XIV, "la perfección del alma surge del encuentro con los otros, aquellos que no son de mi cultura o de mi religión, aquellos que viven y piensan de forma diferente a la mía".